Antes y después del COVID-19 en la escuela secundaria: posibles impactos en la convivencia escolar

Muy seguramente los comentarios que realicemos sobre cómo se retomará el día a día de la escuela cuando se reabran los planteles estarán basados en las predicciones que hagamos a partir de lo que conocemos sobre qué pasaba en ellos antes de la pandemia.  En mi caso realizaré aportes sobre la escuela secundaria, que es el nivel en el cual me he venido desempeñando desde hace ya varios años, tanto para la realización de intervención psicosocial como para la investigación educativa. En ese terreno, predigo que habrá varias consecuencias al reinicio de clases:

    • El regreso a la convivencia. Para muchos adolescentes que tienen la fortuna de continuar estudiando, la escuela es un espacio de disfrute. En ella, se encuentran con sus pares, con los cuales pueden convivir y borrar lo aburrido que resulta permanecer mucho tiempo en sus hogares.  Aún el adolescente más disruptivo y con bajo rendimiento, acepta que prefiere estar mejor en la escuela que en su casa, porque en casa no encuentra la compañía de sus pares. Habrá algunos que hayan estado padeciendo acoso escolar pero, a pesar de ello, tenían compañeros o profesores que les tendían la mano en tales circunstancias. Esto es así porque en los últimos tiempos se ha puesto atención a la erradicación del acoso escolar, de modo que, un estudiante que lo padezca ya no se encuentra del todo aislado ante estos problemas. El regreso a la escuela supondrá, para la mayoría de los estudiantes de secundaria, el gusto por volver a compartir tiempo con sus compañeros, la diversión entre clases, en las clases mismas, la posibilidad de explotar su energía en las clases de deportes. Será un tiempo en el cual la convivencia muy probablemente será positiva, cargada de buenas intenciones.
    • Antes de la pandemia muchos estudiantes mostraron que no tienen hábitos de higiene correctos. Ya sea por falta de insumos en sus hogares, falta de atención por parte de sus padres en ese aspecto, o bien por el poco interés que se tiene para andar limpio. Tan es así que determinado número de estudiantes (tanto chicas como chicos) traen uñas largas y sucias, dientes mal lavados, piojos en la cabeza, calzado no aseado, y tampoco tienen hábitos para lavado de manos, limpieza de nariz ante estornudos o gripe, toser sin cubrirse correctamente, etc. A pesar de la insistencia del profesorado, las aulas suelen quedar con basura y líquidos embarrados en el suelo al final del día. La pandemia nos ha reclamado estar atentos a la limpieza y al manejo del cuerpo bajo parámetros distintos. No se vislumbra que durante la cuarentena los estudiantes hayan aprendido a cambiar sus prácticas de higiene, y esto traerá consecuencias para la salud en general ya que seguirán los contagios de todo tipo. Evidentemente, los principales afectados serán los docentes porque, hasta donde sabemos, el virus tiene poco impacto en los niños y adolescentes. Así, la convivencia entre maestros y alumnos se verá afectada por la percepción que los primeros tengan de la higiene de los segundos. El temor a ser contagiado hará que se mantenga un espacio de distancia física entre ambos. Los regaños y las sanciones van a emerger ante el comportamiento no higiénico del alumnado. La tensión nerviosa en el profesorado puede aumentar.
    • En la nueva normalidad se esperaría que los estudiantes acudan a clases con cubre bocas y se apeguen a medidas de higiene. Ya hay ejemplos de aulas en Japón y en China en las que han reordenado los pupitres separándolos entre sí con acrílicos transparentes y cuidando el ingreso a la escuela del alumnado de modo que usen cubre bocas, haya limpieza de suela de zapatos y uso de gel antibacterial. En México, miles de escuelas públicas de todos los niveles carecen de jabón y papel en los sanitarios. Las familias de los estudiantes serán los que tengan que proveer los utensilios de higiene. En este panorama, mi hipótesis es que el estudiantado empezará a hacer diferenciaciones entre ellos. Circula un meme en Facebook muy ad hoc a esta situación, ya que alude a los conflictos que se van a originar por el uso de cubrebocas:
    • Igual que sucedió con el ingreso de los celulares a las aulas (Saucedo y Furlán, 2009), el cubrebocas y cualquier otro instrumento de higiene será objeto de negociaciones, conflictos, tensiones entre diferentes actores sociales de la escuela. También el tema del contagio por COVID19 se prestará a burlas y chistes entre el alumnado. En años pasados, y un poco menos en el presente, tuvimos epidemia de piojos, que se contagiaban con relativa facilidad, aun en estudiantes con buenos hábitos de limpieza. Estos alumnos son rechazados socialmente y reciben apodos y burlas.  Igual sucede con los y las alumnas que huelen mal por alguna circunstancia, y sus compañeros les marcan con toda claridad esta situación haciéndolos a un lado, no queriendo trabajar con ellos en equipo, etc. Pues bien, los alumnos que tengan bajos niveles de higiene correrán el peligro de ser objeto de bromas y apodos, alusivos al tema del COVID: el “COVID”, el “enfermo”, el “virus”, etc., por decir los apodos menos dañinos.
    • Antes de la pandemia muchos estudiantes de secundaria ya se movían con determinada soltura en el uso de los celulares y en ciertas páginas en internet (Facebook, Messenger, YouTube, etc.). De hecho, en el último congreso de investigación educativa del COMIE (Memorias, 2019), atestiguamos la necesidad de los investigadores por conocer y analizar el uso de las TIC en estudiantes de distintos niveles escolares, lo cual evidenció que habían adelantado a los profesores en ese terreno. Durante el tiempo de la cuarentena, muchos estudiantes tuvieron la oportunidad de seguir sus clases en línea (ya sea por poseer computadora en casa, o a través del celular), y seguramente se sintieron cómodos en el manejo de las herramientas virtuales. No así por la falta de convivencia cara a cara con sus compañeros. Antes de la pandemia habíamos notado un incremento en el número de adolescentes que decían tener una obsesión por pasar el tiempo usando su celular. Ellos mismos reportaban que no lograban controlar su necesidad de usar el celular, que eso les impedía hacer tareas o bien cualquier otra actividad en apoyo a casa. De igual manera, las madres de familia reportaban tener conflictos frecuentes porque los y las adolescentes no apoyaban en casa y preferían pasar largas horas al celular. Los hábitos de sueño se encontraban alterados por haber dormido tarde. Curiosamente, durante las clases sí dejaban el celular a un lado porque se les demandaba una participación distinta en el aula. Ya conocemos que las estructuras de práctica social demandan diferentes tipos de participación a las personas (Dreier, 1999), y la escuela persiste en sus esfuerzos por ayudar a que los estudiantes tengan capacidad de concentración en tiempos más largos, seguimiento de temas a exponer, escritura, cálculo matemático, etc. El uso de celular compite con estos tipos de participación.  Al regresar a clases las prácticas de enseñanza-aprendizaje se verán confrontadas con los hábitos de uso de TIC que los estudiantes traen. Sabemos que al usar una herramienta digital el estudiante se enfrenta a información rápida, cambiante, superficial, colorida, sonora, etc. (Castañeda y Gutiérrez, 2010), y si el estudiante pasó el tiempo de la cuarentena acostumbrado a estos intercambios digitales, será complicado y lento regresar a prácticas de enseñanza cara a cara y de papel y lápiz. Los docentes estarán ante un estudiante que demanda, de manera implícita, la rapidez, espontaneidad y colorido de la información digital.
    • Otras prácticas de violencia entre pares que ya encontrábamos en los estudiantes antes de la pandemia eran expresadas a través de las TIC, por ejemplo, el ciberacoso, sexting, chantaje y extorsión, incitación a citas peligrosas, entre otras (Gamito, Aristizabal, Vizcarra, y León, 2020). En la escuela los estudiantes cuentan con la posibilidad de hablar con sus pares sobre lo que les está pasando en ese terreno. Puede que alguna de esas amistades solicite apoyo a algún docente de su confianza o bien el o la propia alumna demande ayuda. Por lo general hemos notado que no hay confianza con los padres de familia en esta cuestión. Así, al estar confinados en casa, los y las adolescentes que padezcan cualquier tipo de violencia en línea tendrán menos posibilidades de apoyo social.
    • Los medios de comunicación y muchas investigaciones tienden a posicionar la escuela como un lugar peligroso para los estudiantes. Espacio en el cual hay violencia, adultos que sancionan e imponen reglas, carencia de recursos materiales y culturales para la formación del estudiantado. Este panorama deja de lado prácticas de acompañamiento que tienen los adolescentes por parte de sus tutores, maestros, personal de trabajo social, prefectos. Me consta el interés que muchos maestros ponen en sus alumnos cuando los ven tristes, llorosos, nerviosos, y buscan platicar con ellos, hablar con sus padres, canalizarlos a algún servicio de psicología o tratar el caso en los consejos técnicos. De hecho, en el servicio de psicología que tenemos en varias escuelas secundarias públicas, son los docentes quienes nos envían a los niños que les preocupan por diferentes motivos, desde la muerte de un familiar, maltrato físico y psicológico que sufra el estudiante en su familia, hasta la exclusión social que pueden estar sufriendo en el grupo. Este acompañamiento se ha perdido durante el tiempo de la pandemia con las repercusiones sociales y emocionales que tendrá cada estudiante.
    • Para terminar, indico que después de situaciones difíciles que hemos padecido como país hay un impacto emocional fuerte en los estudiantes. Por ejemplo, después del sismo del 2017, costó trabajo que muchos estudiantes se recuperaran, ya que sentían miedo al estar en la escuela, subir escaleras, escuchar ruidos fuertes, etc. Igual les pasa con la violencia que atestiguan en los medios y en sus colonias, de modo que se sienten temerosos, angustiados de que algo les vaya a pasar a sus padres o a ellos mismos. También hay estudiantes muy preocupados por tener un excelente desempeño académico y terminan con cuadros de ansiedad importantes. El estado emocional de varios estudiantes se verá afectado al regreso a las aulas ya que se sentirán temerosos de ser contagiados y esto tendrá que ver, en parte, con que los medios de comunicación tienen un perfil amarillista en lugar de educativo en torno a la pandemia.

Estimo que al regreso de la cuarentena la escuela tiene grandes retos a cubrir. Los docentes mismos tienen que recibir apoyo emocional para enfrentar los miedos de contagio en sus centros de trabajo y en el traslado a los mismos, y para saber cómo continuar con sus labores de acompañamiento que han practicado desde antes, pero que ahora se enfrentará a estudiantes permeados altamente por las TIC. También los directivos tendrán que prepararse para dirimir los conflictos derivados de la tensión que traerán las madres de familia a la escuela, quienes demandarán tratos especiales para con sus hijos (que no le roben su cubrebocas, que alguien lo escupió, que la maestra lo “insultó” sin entender que sólo es “gripita”, etc.).

La investigación se abre a espacios de coyuntura de época y también nos constriñe para la realización de trabajo de campo sin riesgo de contagio.  La etnografía en línea, las entrevistas a través de medios digitales, las encuestas en línea, tendrán que ser artefactos usuales.

Referencias bibliográficas

Castañeda, L. y Gutiérrez, I. (2010). Redes sociales y otros tejidos online para conectar personas. En L. Castañeda (Coord.), Aprendizaje con redes sociales. Tejidos educativos para los nuevos entornos (pp.17-39). Sevilla: MAD.

Memorias Electrónicas del XV Congreso Mexicano de Investigación Educativa, Acapulco, Gro., México: COMIE, Área Temática: Tecnologías de la información y la comunicación. http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v15/seccion4.htm

Dreier, Ole (1999). “Personal trajectories of participation across contexts of social practice”, en O. Dreier, Subjectivity and social practice, Aarhus: University of Aarhus Press, pp. 103-143.

Gamito, G. R., Aristizabal, Ll. P., Vizcarra, M. M. T. y León, H. I. (2020). Seguridad y protección digital de la infancia: retos de la escuela en el siglo XXI. Educar, 56(1), 219-237.

Saucedo, R. C. y Furlán, M. A. (2009). Copetes emo y celulares en la escuela secundaria. La disciplina escolar puesta a prueba. Memoria del X Congreso Nacional de Investigación Educativa, Veracruz, Veracruz: COMIE. http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v10/contenido/contenido0117T.htm

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7 Comments

  1. Y “ojo” esta misma Generación 2017 – 2020 de chicos de secundaria se despiden con una Pandemia…
    Ahora para el regreso donde tendremos por solo unos días a estos alumnos debemos pensar como cerrar esta etapa educativa sin que cause mayores estragos.

  2. Real y crudo panorama estamos a punto de vivir si somos privilegiados en sobrevivir ante lo que estamos viviendo. Y cómo siempre, estaremos en medio de la guerra sin fusil, cada quien sí desea continuar, deberá ser autónomo para salir ante cualquier adversidad que se le vaya presentando. Y ante esta situación, Quién está dispuesto y consciente de aceptar semejante reto???

  3. Interesante,todo cambio genera ansiedad y totalmente de acuerdo en prepararnos para los retos que vienen en torno a la dinámica escolar,reeducar en tolerancia,respeto y sobre todo ajustes en las nuevas formas de metodologías en el proceso enseñanza/aprendizaje

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